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  1. The English Cut

    jueves, 29 de enero de 2009

    Todos tenemos un lado oscuro que siempre vuelve. Un garito que nos avergüenza haber frecuentado, un pasado que empaña nuestra adolescencia (ya sean los Boys Scout o las clases de sevillanas), un grupo cuyo CD desearíamos no haber comprado (llámalo Avril Lavigne o TakeThat)...

    Yo confieso: cuando era pequeña iba a El Corte Inglés y ahora lo odio a rabiar. Cuando mis padres me llevaban de compras, cosa que también odiaba, había dos opciones: Galerías Preciados o Zara. Ante tal abanico de posibilidades, poco se podía hacer. Cuando me fui a estudiar fuera, mi padre me hizo una tarjeta de El Corte. Viene de perlas para ir al supermercado de vez en cuando aunque, después, hay que justificar una carta que recibe mi padre mensualmente con firmitas mías en recibos, y eso ya no está tan bien.

    La semana pasada entré en la sección de librería de Preciados por pura necesidad. Tenía que regalar un libro que estaba agotado en la Fnac y en varias librerías convencionales. Me atendió una de las dependientas más jóvenes (rozaba la prejubilación). Por supuesto, no conocía el libro, ni al autor (Mondiano) ni estaba dispuesta a que me fuera de allí sin recomendarme varias "joyitas". Recuerdo que una vez me pasó algo parecido en Granada con una antología de García Montero. La primera chica me ignoró; a la segunda le dije que era poesía y se quedó tal cual; la tercera me señaló una estantería de dos baldas medio rota y me dijo: "Busque por ahí".

    Conclusión: en librería pasan de tu culo y en moda joven te acosan si llevas más de dos minutos mirando y no te has probado nada. Una amiga me contó que el resorte que mueve a las dependientas de El Corte son las comisiones.
    También me detalló ciertas preguntas "legalmente prohibidas" que incluyen en los procesos de selección de personal. En fin, seguro que vosotros también tenéis vuestro pasado oscuro y algún "corte" que os hiera más de lo normal.

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  2. 1756-1791

    domingo, 18 de enero de 2009

    ¿Reconoces lo que representan estas fechas sin recurrir a San Google? Si es así, eres miembro de una secta. Yo también lo fui y, en parte, lo sigo siendo. Está claro que los músicos son (somos) de otra pasta. Desde niños, los músicos empiezan a aprender términos como mordente, cerda o aria da capo. Normal que se traumaticen antes que el resto.

    Luego, en los botellones, se dedican a entonar el Canon de Pachelbel a cuatro voces, hasta el punto de odiarlo tanto que, años después, exigen no escucharlo, bajo ningún concepto, en sus bodas, especialmente cellos y contrabajos.

    Los músicos no cuentan chistes de Jaimito, sino de violas. Éstos son incomprensibles y muy malos.

    Además, se organizan en una jerarquía sectaria. En el estrato inferior, casi rozando el cuarto de tono de distancia de la nota real, están violas y tubas. En la cumbre asoman la cabeza los "concertinos" (reconocibles por su ego). Como todos, son seguidores de una fe monoteísta similar a la católica. Hay un padre (Bach), un hijo (Mozart), concebido por una María que se parece a Anne-Sophie Mütter, y un Espíritu Santo (el director de turno).

    Es difícil convivir con músicos. Las reuniones de su secta están formadas por parejas (quién sabe si tríos o cuartetos) de fieles sinécdoques. Puedo contar que mi amiga "flauta" sale con un "guitarra" y mi amigo "violín" está loco por una "oboe". Las "arpas" son para darles de comer aparte. Cualquier historia relacionada con haberse ligado a una arpista forma parte de la categoría de leyenda urbana. En estos actos sociales, es difícil meter baza si no eres sectario o no conoces su jerga. Es parecido a salir con un grupo de informáticos. Puedes pasarte horas escuchando hablar de los estudios de un tal Hindemith (que mejor si no hubiera nacido) y de la genialidad de Mähler y sus modulaciones.

    Advertidos estáis...

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  3. By the face

    domingo, 11 de enero de 2009

    El viernes llegué a casa a las 00:30, después de un día de nieve y agotamiento. Por la noche, medio dormida, estuve en un cumpleaños. La fiesta estuvo bien, la tortilla de patata excelente y el SingStar prometedor (era la primera vez que jugaba pero la próxima espero apalizar).

    Una de las invitadas contó que, cuando sale, suele robar vasos y copas en los bares. Entonces empecé a recordar mi año de Erasmus. Eso sí que era mangar y no lo de "Guerra de Pandillas". Hace años que no hablo con quien me incitó a empezar con tan peligrosa afición. Al principio, resultó de lo más útil. Costaba tener alguna libra en el bolsillo el día 20 de cada mes, así que "chuleábamos" (ese término usaba ella) servilletas, papel higiénico, mahonesa, sal, etc. Luego, cuando tuvimos lugar donde dormir, empezamos a equiparnos con vasos, tazas y cubertería. En unos meses, nos ventilamos parte de la sección de objetos perdidos de la sala de informática, incluido un estuche lleno de rotuladores que aún conservo. El último paso fue una señal de tráfico gigante para decorar e iluminar la casa. Mi amiga decía que el fin de sus robos era restablecer el equilibrio del universo, es decir, contrarrestar todo lo que a ella le habían mangado en su vida.

    En dos minutos, salgo para Cibeles a gritar contra la masacre en Palestina, donde parece que se han colado también unos ladrones. La diferencia es que nosotras "chuleábamos" señales de tráfico y ellos roban vidas. Además, no tienen ningún "Landlord" que les amenace o les recuerde que eso es delito.

  4. Tres preguntas de rigor

    sábado, 3 de enero de 2009

    Vuelta a casa por Navidad. Encuentros con gente que hace años que no te ve. Encuentros con entidades. Mucho cava y turrón. Envolver regalos ajenos. Que me confundan con mi madre unas tres veces y que se repitan tres preguntas. A veces, agrupadas en pares, a veces no, pero siempre igual de incómodas.

    Pregunta 1: y tú, ¿ya acabaste la carrera?
    Lo que respondo: sí señora, hace más de tres años.
    Lo que me gustaría responder: sí, señora, que su hija tarde cinco años en terminar Nutrición y dietética no significa que todos seamos tan lelos.

    Pregunta 2: ¿y qué era lo que habías estudiado?
    Lo que respondo: traducción e interpretación
    Lo que me responden: ¡ahhh! Interpretación...tu padre no me había dicho que querías ser actriz. Pensaba que estudiabas idiomas.
    Lo que vuelvo a responder: sí, eso. Cuando hay reuniones de políticos o conferencias y se ponen unos cascos en la cabeza, eso es interpretación (demostrado: es la única forma de hacerme entender).

    Es entonces cuando me dan ganas de lanzar zapatos. En realidad, de tirarles unas Dr. Martens con punta de acero que tengo en casa. Son rojas; la sangre se disimula bien.

    Pregunta 3 (ahora viene cuando la mata): entonces, ¿cuántos idiomas dices que hablas?
    Lo que respondo: pues...bien, inglés, algo de francés y estudié un poco de árabe e italiano.
    Lo que me responden: vamos, que en realidad inglés sólo, porque chapurrear, chapurreamos todos alguno.
    Lo que me gustaría responder: hablo cinco, como Anne Igartiburu: inglés, francés, italiano, alemán y vasco. Aunque ahora me he puesto con el japonés y el turco, porque tengo facilidad, ya ve. Y usted, que yo sepa, no habla bien ni el extremeño.

    ¿Por qué hay gente que sigue sin saber de qué va la traducción? No estaría mal que se plantearan cómo puede Bruce Willis hablar español, por qué Mario y Luigi nos dan instrucciones que entendemos y cómo tienen huevos a enterarse cuando se juntan en la ONU.

    Éste post va para mi under-sister, que pronto empezará un curso de inglés. Suscribíos al blog, que es gratis...Besos

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