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  1. El asesino, el mayordomo

    miércoles, 29 de julio de 2009


    Hace ya tiempo que pienso que los habitantes de Madrid (en especial los que se desplazan en metro) son los que más leen de España. Los lectores son una tribu urbana como otra cualquiera, fácil de clasificar y estudiar. En número, como casi siempre, ganan las mujeres. En calidad, no lo tengo nada claro. A mí, por ejemplo, me daría vergüenza leer en público algo que se titule: "Aprende a decir no" o "Perdonar: ¿tiranía o liberación?". Supongo que la crisis y el verano son las excusas perfectas para que triunfen este tipo de bodrios. También pega fuerte entre los jubilados "La mano de Fátima". Otro subgrupo de lectores es el de los que forran los libros con papel para que nadie sepa (son vergonzosos como yo) que están leyendo un diccionario de francés, una novela eróticofestiva o la biografía no autorizada de Ana Botella.

    Lo más sorprendente es el duelo, bastante desequilibrado, entre "Crepúsculo" y la trilogía sueca. Con los vampiros aún no me atrevo, que luego tengo pesadillas. En cambio a Larsson (que en paz se forre) he querido darle una oportunidad. No es para tanto, pero tampoco lo son otros que tienen un premio Nobel y copian más que Ana Rosa Quintana. Me hace mucha gracia cómo los que apuran la tercera entrega del nórdico miran por encima del hombro a los que apenas llevan 100 páginas de la primera. Parece que, en cualquier momento, vayan a fastidiarles el misterio revelando el nombre del asesino. A mí no me gusta partirme la muñeca en el metro leyendo un libraco al que le sobra la cuarta parte. Sin duda, lo mejor para el verano son los libros cortos y adictivos. En dos palabras: Paul Auster.

  2. Plan B

    martes, 21 de julio de 2009

    Cambiar de casa es uno de los mayores retos a los que un ser humano se puede enfrentar en Madrid durante el mes de julio. El otro es descubrir cómo la gente puede oler tan mal a las 7:30 de la mañana en el metro. Hay algo aún peor que cargar con cajas, montar muebles de Ikea o darse cuenta de que las paredes son tan finas que se oye mear al vecino. Para conseguir que en la factura del teléfono/ADSL cambien una sola línea (la de la dirección) hace falta mucha suerte. Primera, llamas una semana antes de la mudanza y explicas tu caso. Te proponen un cambio de número que tardaría 15 días, más la baja y aplicación de otra tarifa distinta. La otra opción es pagar 54 pavos para conservar tu número, que ya te has aprendido y del que no quieres desprenderte, y esperar casi un mes. Cuando tres personas distintas llaman y obtienen la misma respuesta, es mejor optar por el Plan B. En el número de información te piden que expliques brevemente el motivo de tu llamada. Da igual que digas "quiero un porro", "quiero un perro" o "cómprame yogures y papel de cocina"... siempre te pasan con un comercial que seguramente no sabe ni qué es el Wi Fi.

    Pero existe una frase mágica que abre cualquier puerta: "Baja inmediata de línea". Se puede adornar con términos como "denuncia", "abogado", "defensor del pueblo". A continuación, te transferirán con una chica muy amable del Departamento de Calidad. Ahorrarás 54 pavos, tendrás línea en tu casa nueva en dos días y, encima, te aplicarán un descuento de 14 euros mensuales por una nueva oferta que no he visto ni anunciada en Internet. Eso sí, el nuevo domicilio no puede estar demasiado lejos del anterior. ¿Crisis?... ¿quién dijo crisis?

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