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  1. Leyendo, que es gerundio

    lunes, 25 de abril de 2011

    Existen ciertas profesiones que la gente sobrevalora por simple desconocimiento. Están envueltas en un halo de misticismo que consigue que deseemos trabajar en ellas más allá del sueldo o el reconocimiento social. Pienso en una de las más habituales:

    PROFESIÓN: tester de videojuegos.

    LO QUE CREEN QUE ES: un curro chulo; pasas el día probando videojuegos que te gustan; te quedas con varias copias que regalas a tus sobrinos y primos adolescentes; no es necesario estudiar nada. Cualquiera que tenga conocimientos de inglés e informática puede hacerlo (el equivalente a pensar que si sabes dos idiomas eres traductor).

    LO QUE SUELE SER: más de ocho horas diarias en las que alternas pantalla del ordenador con el juego de Barbie Princesas; una hoja de Excel con 65 pestañas de colores y la bandeja de entrada llena de encargos para ayer; gastar parte del sueldo en Visprín y Aquarius, para testear "Ponte cachas con la Wii en 10 minutos"; al terminar un proyecto, regalo de una camiseta negra de propaganda que resalta tu palidez vampírica (verano sin sol en una oficina interior); te conformas con aparecer en los créditos y gastarte tres billetes azules para comprar el juego en el que llevas tres meses trabajando.

    Quizá exagero. Puede que esto no ocurra en muchas empresas, pero mi experiencia personal me indica que la realidad se aleja, a veces, de nuestras expectativas. En mi caso, llevo un año de exploración por tareas no relacionadas con la traducción con el fin de acceder a otras que sí lo sean. A ratos, soy lectora editorial, es decir, hago una criba para saber si una novela merece optar a un premio o tiene posibilidades de publicación. El trabajo es sencillo aunque el objetivo que me marqué a largo plazo sigue sin materializarse (de momento). Abro manuscritos de entre 200 y 600 páginas y me sumerjo en historias de piratas filósofos, terroristas con corazón o coleccionistas de arte a lo Lara Croft.

    Decía T. Beecham, director de orquesta, que lo importante en la música es "(...) empezar juntos y acabar juntos. Al público le importa un pimiento lo que pase entre medias". Esto tiene cierto sentido si se traslada a la literatura, pues una novela que empieza con mal pie, difícilmente mejora:

    "Bajo la cama encontró una caja CONTENIENDO una llave oxidada".

    Gerundios, no gracias. Es lo que deberían enseñar en las escuelas de escritores si es que a serlo se puede aprender, cosa que dudo. En cualquier caso, después de leer tochos en los que los escribientes pretender ser primos carnales de Dan Brown o sacarte Manolitos Potter de la manga, llega la hora de la verdad. Redacto un informe objetivo con los principales fallos y aciertos e incluyo dos puntuaciones: una literaria y otra comercial. A mí me pagan por leer pero, ¿quién pagaría por un libro aburrido y previsible que bien podría ser una adaptación de una teleserie de tarde de Antena 3? ¿Se puede ser tan cutre como para matar un personaje y resucitarlo en el último capítulo? ¿Es tan caro contratar a un revisor que nos corrija la acentuación, unifique nombres o, simplemente, sea sincero y nos diga a la cara que nuestra novela apesta?

    Por eso, compañeros de profesión, blogueros que tanto y tan bien escribís, lectores empedernidos y novelistas vergonzosos... Hacedme un regalo en esta semana literaria. Sacad esas obras escondidas del cajón o de esa carpeta intocable del ordenador y presentadlas a concursos, editoriales o premios de poesía. Si caen en mis manos, os agradeceré unas horas de lectura y me olvidaré por un tiempo del miedo a que un personaje zombi resucite y me mate en el último capítulo.

    Besos

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