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  1. Proyecto Samanta

    domingo, 27 de noviembre de 2011




    Samanta Villar y su colega de trabajo Carmen Lomana, a punto de pillar el metro para comenzar una extenuante jornada laboral en un bar de fritos de Carabanchel Bajo.










    Noviembre de 2011. #cansancio #necesidad de cambio #dignidad laboral

    Idea: dejar de trabajar con un cliente principal que no acepta negociaciones.

    Lo malo: pérdida de poder adquisitivo, traducciones interesantes y una cesta de Navidad.

    Lo bueno: en caso de éxito, mayor libertad y mejores clientes dentro de varios meses.

    Solución: emular a mi odiada Samanta Villar, más conocida como la periodista imputada por robar cobre en un programa de seudoinvestigación (21 días).

    Método: enviar durante tres semanas CV de forma selectiva a distintos profesionales y empresas. Hubo días en que mandaba más de un CV. Sigo haciéndolo en enero cuando tengo tiempo. En algunos casos, a través de sus páginas web, formularios específicos y demás inventos del demonio. Se impone la costumbre de solicitar acuerdos de confidencialidad y no mandarte trabajo en dos años.

    Control de avances: se realiza con ese documento de Excel con columnas y colores del que todos renegamos pero que acaba siendo como un hijo, pues nos parece más bonito que cualquier programa de facturación que nos pongan por delante, por ejemplo.

    Objetivos: editoriales, agencias de traducción, revistas, empresas españolas interesadas en internacionalizar (algunas querrán, pero aún no lo saben), desarrolladores de juegos... La idea consistía en encontrar clientes: más, mejores y de otros campos.

    Desarrollo: en total, han sido 50 los objetivos contactados: 8 mostraron interés pero con vistas a un futuro; estoy trabajando actualmente con 2 y hay otros 2 con perspectivas. Mandar una captura de pantalla o documento con fallos para que el cliente sea consciente de ciertas chapuzas funciona a veces. En otros casos, ni eso sirve.

    Curiosidades: ninguna editorial contestó. Algunas empresas decían tener traductor interno (creo que es primo de Google, de apellido Translate). Es recurrente la excusa del jefe de proyecto o encargado de gestionar tarifas que se va de vacaciones, se da de baja, cambia de personalidad o se muda a un país remoto.

    Detalle: 2 personas me llamaron porque otro colega traductor o lingüista nos había puesto en contacto o porque me conocían de haber trabajado juntos en ocasiones anteriores.

    Conclusiones: hay que repetir el proyecto Samanta un par de veces al año. Sin desesperar. En caso de que esto ocurra, hay que contar con amigos que compartan nuestra profesión para momentos de desahogo o hacer kickboxing.

    Replanteamiento: quien tiene un amigo tiene un trabajo. El nuevo objetivo es conocer o caer bien a personas que trabajen en Amazon, Sony, Spotify... o, en su defecto, empresas con sede en Madrid, gimnasio con sauna y un cocinero que me haga pizza dos días a la semana.

    Besos

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  2. Ración de lengua

    jueves, 10 de noviembre de 2011

    La vuelta al cole y los cambios de año vienen marcados por las colecciones absurdas. Las hay de todo tipo; nunca se sabe cuándo puede sacarnos de un apuro tener a mano los dedales del mundo o conocer el lenguaje de los abanicos. Hablando de idiomas, para los que nos dedicamos a la segunda profesión más antigua del mundo, también existen fases de tremenda duda existencial y lingüística. Primero, hay que decidir si nos apuntamos a yoga o ahorramos para que un fisio nos arregle la espalda cuando llegan proyectos estresantes. Después, nos entra el gusanillo. A veces, llega en forma de chino simpático con quien crees estar en deuda porque tu perro le mea a diario el cartel de los helados. Si no, simplemente, puede que te hayas echado un novio danés o te vayas a vivir a Alemania y surja cierta necesidad relacionada con la supervivencia.

    Cuidado: la chica de la foto puede estar llamándote de todo en idioma de los abanicos.


    Llevo meses dándole vueltas a este asunto y, cuanto más pasa el tiempo, más difícil se me antoja la decisión. Porque aquí no es tan fácil como elegir si te gustan los perros o los gatos, si eres de Windows o de Mac. Por eso, necesito vuestro consejo para decidir el futuro idioma que voy a estudiar. Las dudas...

    - Estudiar algo "sencillo" que pueda incorporarse como lengua de trabajo en un futuro. Hablo del francés (con base pero olvidado), el italiano (con nociones) y el portugués (nivel actual justo para imitar a Mourinho).

    - Aventurarme con un idioma más complejo y, si se deja querer, quizá trabajar con él a medio o largo plazo. Me refiero a mi siempre odiado alemán.

    - Probar con otros que estudiaría con empeño pero que me harían perder bastante tiempo. Entre ellos, preferiría el árabe (me encanta, pero sería por afición) o el japonés. Este último me interesa para la localización de videojuegos y podría convencer a mi amiga Kyoko para que me invite unas semanas a Kobe. También está la opción del chino, muy útil para hacerse entender en panaderías y tiendas multiprecio. Siempre me he preguntado si en China los dueños de las tiendas de chinos serán españoles.

    ¿Qué hago? ¿Paso de todo lo anterior y empiezo a estudiar rumano, catalán, ruso? ¿Aprendo a hablar bien inglés y me olvido de lo demás? Opinen, señorías.

    Besos

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