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  1. El notario siempre la caga dos veces

    jueves, 8 de diciembre de 2011

    Parece que el puente va a ser tranquilo en la dehesa hasta que una abogada me propone trabajar en la primera interpretación jurada de mi vida. Consiste en explicar un contrato de compraventa de una finca y en estar presente en la lectura y firma. Total, yo sé inglés y apenas tendrás que hablar. Puro formalismo. Al principio, pienso en rechazarla. La interpretación me impone demasiado respeto aunque confieso que me gustaron las dos asignaturas que estudié en la facultad. Conseguí aprobar asistiendo a una de cada cuatro clases. Por mucho que te guste una asignatura, si los profes son lo más parecido a un Risto Mejide de las cabinas y tienes 21 años, lo normal es que te canses de la humillación pública, aunque sea por empatía hacia tus compañeros.


    Practicaba en casa. Por eso aprobé interpretación.


    El caso es que me animo y me presento, con puntualidad y chófer incluidos, en la puerta de la notaría de un pueblo cercano. La abogada, mezcla de Carrie Bradshaw y Ally McBeal, llega tarde. Los clientes son simpáticos. Él, de Dorset; ella, escocesa. Repasamos el contrato punto por punto. La abogada se defiende en inglés y, con un poco de ayuda, queda todo aclarado. Después, el vendedor me pide hablar con la compradora para explicarle mil historias: cómo funcionan las herramientas del jardín, tomas de luz, el pozo, la depuradora... Todo marcha sospechosamente bien. Pero llega la hora de la firma. En ese momento, siento eso que deben vivir a diario tantos conocidos intérpretes a quienes es fácil admirar. En los ojos de Maggie y David veo agradecimiento y cercanía. Supongo que solo por ese instante, está mereciendo la pena.

    El notario, un hombre no demasiado mayor, presume de no hablar ningún idioma, como buen extremeño que es, después de nueve años de estudio. La primera en la frente. Un par de miradas aviesas. Me presentan como traductora y empieza la lectura con la identificación de los presentes. De una parte, señor X y señora X, de nacionalidad española... De otra parte, señor Z y señora Z, de nacionalidad inglesa. Y se me ocurre abrir la boca, perdón, es que no es inglesa la señora, es escocesa. Flashback mental de Willy, el conserje de Los Simpsons. Bueno, lo mismo da, si nos vamos a poner puntillosos... [Nota mental: si me pongo puntillosa no verías nada del contrato este que has redactado, solo boli rojo]. What's he saying? Cierta ofensa cuando la guiri lo descubre, pues es escocesa y con los ingleses hay... rugby, guerras, William Wallace y más nimiedades, sin entrar en detalles. El notario se pica y sale para rectificar ese error e incorporar otros documentos. Cuando vuelve, se le ha ocurrido que repita en inglés TODO lo que él lee. Disculpe, es que ya lo hemos traducido antes para ahorrar tiempo aquí. Y ahora sí, con cara de necesito un bizcochito All-Bran: ¿Es que tengo que ponerme de rodillas y suplicarle que traduzca TODO? Silencio incómodo. Miradas de incomprensión. La escocesa me cuenta su teoría sobre el estreñimiento de los funcionarios en distintos países europeos. Ritmo de lectura frenético y me dedico a resumir con una frase cada cuatro que dice. Y todo pasa sin darme cuenta, con nuevas interrupciones para que interprete a velocidad de crucero. C'est fini.

    Escocia es el cacho de arriba de la isla.

    Clientes conformes con la compra y con la traducción. Me invitan a té, a su piscina, a ser su profe particular de español. Todos se abrazan. Alguna que otra lagrimilla. Reparto tarjetas de visita. ¿Un perro? ¿Tú no traducías? Yo no entender. Cobro y a casa. Ha sido una pequeña aventura. Quizá interpretar a una estrella de Hollywood sea igual de entretenido, aunque seguro que a esos no hay que tratarlos de Ilustre Señor.

    Besos

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  2. Proyecto Samanta

    domingo, 27 de noviembre de 2011




    Samanta Villar y su colega de trabajo Carmen Lomana, a punto de pillar el metro para comenzar una extenuante jornada laboral en un bar de fritos de Carabanchel Bajo.










    Noviembre de 2011. #cansancio #necesidad de cambio #dignidad laboral

    Idea: dejar de trabajar con un cliente principal que no acepta negociaciones.

    Lo malo: pérdida de poder adquisitivo, traducciones interesantes y una cesta de Navidad.

    Lo bueno: en caso de éxito, mayor libertad y mejores clientes dentro de varios meses.

    Solución: emular a mi odiada Samanta Villar, más conocida como la periodista imputada por robar cobre en un programa de seudoinvestigación (21 días).

    Método: enviar durante tres semanas CV de forma selectiva a distintos profesionales y empresas. Hubo días en que mandaba más de un CV. Sigo haciéndolo en enero cuando tengo tiempo. En algunos casos, a través de sus páginas web, formularios específicos y demás inventos del demonio. Se impone la costumbre de solicitar acuerdos de confidencialidad y no mandarte trabajo en dos años.

    Control de avances: se realiza con ese documento de Excel con columnas y colores del que todos renegamos pero que acaba siendo como un hijo, pues nos parece más bonito que cualquier programa de facturación que nos pongan por delante, por ejemplo.

    Objetivos: editoriales, agencias de traducción, revistas, empresas españolas interesadas en internacionalizar (algunas querrán, pero aún no lo saben), desarrolladores de juegos... La idea consistía en encontrar clientes: más, mejores y de otros campos.

    Desarrollo: en total, han sido 50 los objetivos contactados: 8 mostraron interés pero con vistas a un futuro; estoy trabajando actualmente con 2 y hay otros 2 con perspectivas. Mandar una captura de pantalla o documento con fallos para que el cliente sea consciente de ciertas chapuzas funciona a veces. En otros casos, ni eso sirve.

    Curiosidades: ninguna editorial contestó. Algunas empresas decían tener traductor interno (creo que es primo de Google, de apellido Translate). Es recurrente la excusa del jefe de proyecto o encargado de gestionar tarifas que se va de vacaciones, se da de baja, cambia de personalidad o se muda a un país remoto.

    Detalle: 2 personas me llamaron porque otro colega traductor o lingüista nos había puesto en contacto o porque me conocían de haber trabajado juntos en ocasiones anteriores.

    Conclusiones: hay que repetir el proyecto Samanta un par de veces al año. Sin desesperar. En caso de que esto ocurra, hay que contar con amigos que compartan nuestra profesión para momentos de desahogo o hacer kickboxing.

    Replanteamiento: quien tiene un amigo tiene un trabajo. El nuevo objetivo es conocer o caer bien a personas que trabajen en Amazon, Sony, Spotify... o, en su defecto, empresas con sede en Madrid, gimnasio con sauna y un cocinero que me haga pizza dos días a la semana.

    Besos

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  3. Ración de lengua

    jueves, 10 de noviembre de 2011

    La vuelta al cole y los cambios de año vienen marcados por las colecciones absurdas. Las hay de todo tipo; nunca se sabe cuándo puede sacarnos de un apuro tener a mano los dedales del mundo o conocer el lenguaje de los abanicos. Hablando de idiomas, para los que nos dedicamos a la segunda profesión más antigua del mundo, también existen fases de tremenda duda existencial y lingüística. Primero, hay que decidir si nos apuntamos a yoga o ahorramos para que un fisio nos arregle la espalda cuando llegan proyectos estresantes. Después, nos entra el gusanillo. A veces, llega en forma de chino simpático con quien crees estar en deuda porque tu perro le mea a diario el cartel de los helados. Si no, simplemente, puede que te hayas echado un novio danés o te vayas a vivir a Alemania y surja cierta necesidad relacionada con la supervivencia.

    Cuidado: la chica de la foto puede estar llamándote de todo en idioma de los abanicos.


    Llevo meses dándole vueltas a este asunto y, cuanto más pasa el tiempo, más difícil se me antoja la decisión. Porque aquí no es tan fácil como elegir si te gustan los perros o los gatos, si eres de Windows o de Mac. Por eso, necesito vuestro consejo para decidir el futuro idioma que voy a estudiar. Las dudas...

    - Estudiar algo "sencillo" que pueda incorporarse como lengua de trabajo en un futuro. Hablo del francés (con base pero olvidado), el italiano (con nociones) y el portugués (nivel actual justo para imitar a Mourinho).

    - Aventurarme con un idioma más complejo y, si se deja querer, quizá trabajar con él a medio o largo plazo. Me refiero a mi siempre odiado alemán.

    - Probar con otros que estudiaría con empeño pero que me harían perder bastante tiempo. Entre ellos, preferiría el árabe (me encanta, pero sería por afición) o el japonés. Este último me interesa para la localización de videojuegos y podría convencer a mi amiga Kyoko para que me invite unas semanas a Kobe. También está la opción del chino, muy útil para hacerse entender en panaderías y tiendas multiprecio. Siempre me he preguntado si en China los dueños de las tiendas de chinos serán españoles.

    ¿Qué hago? ¿Paso de todo lo anterior y empiezo a estudiar rumano, catalán, ruso? ¿Aprendo a hablar bien inglés y me olvido de lo demás? Opinen, señorías.

    Besos

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  4. SBSR

    jueves, 4 de agosto de 2011

    No sé si fue la ausencia de bigote de las chicas o el color crepuscular del grupo, pero los portugueses supieron enseguida que éramos sus víctimas, sus guiris. Nos alojamos en un hotel en primera línea de playa en Sesimbra y aprendimos que ese aperitivo con queso, paté y pan no debe ni mirarse de reojo si quieres salir del bar con algo de dinero en el bolsillo. Nos gustó tanto la piscina que casi se nos olvida que el viaje tenía otro objetivo: asistir a nuestro primer festival de música internacional, el Super Bock Super Rock.

    Conseguimos que un taxista capaz de conducir, hablar por el móvil y cambiar la radio a la vez nos llevara a 90 km/h por una pista de tierra a un pinar. Y, después de un paseíto de media hora por el campo, llegamos a un arenal lleno de portugueses, ingleses y españoles low cost. Nos acordonaron con la pulsera que abre las puertas del desierto y pillamos sitio estratégico para ver a The Kooks. El recinto se dividía en tres escenarios: el principal para los cabezas de cartel, uno más discreto para segundones (que merecieron bastante más) y uno chunda-chunda porque el concepto cani es, como todos sabemos, internacional.

    Lykke Li

    Muy buen arranque para The Kooks y compás de espera con comida china y sidra Sommersby, la bebida que me permitió sobrevivir en un festival patrocinado por una marca de cerveza. Me encantó la sueca Lykke Li, cuyo nombre no sé escribir nunca si no lo busco antes en Google. La puesta en escena y el directo arrasador contrastaban con el escaso y amuermado público. Sigo sin entender a la gente que paga 80 euros y no finge, al menos, que se lo está pasando bien. El jueves cerraron Arctic Monkeys con sonido espectacular, aunque ya tuvimos que conformarnos con verlos por las pantallas gigantes. El problema de juntar a 50.000 personas en un pueblo perdido es que, en algún momento, querrán volver a sus casas, hoteles o suelos para dormir. Es decir, nos perdimos los finales de todos los cabezas de cartel para llegar a Sesimbra antes de que amaneciera. Mereció la pena.

    Los dos días siguientes fueron algo caóticos. Nos salvamos de una muerte segura por asfixia gracias a unas prácticas mascarillas y soportamos el hambre porque cuando llegábamos al recinto ya íbamos por la tercera cena. El viernes escuchamos un poquito a Portishead y para rematar la noche tocaron, o eso dicen, Arcade Fire. Más de hora y media que el técnico de sonido se pasaría jugando a Angry Birds, pues fue incapaz de conseguir que sonaran más de tres instrumentos a la vez.

    Por último, el sábado pudimos disfrutar de unos prometedores The Vaccines y de The Strokes, con un Julian Casablancas al que le perdonamos lo de las gafas de sol y la chupa de cuero porque es, simplemente, un moderno estiloso. Eso sí, al sustituto del técnico de sonido tampoco le paso los acoples de las guitarras, que parecían de ultratumba, ni el hecho de que se me oyera a mí más que al cantante. Una pena.


    The Vaccines

    Mi balance del SBSR es aceptablemente satisfactorio. El precio parece atractivo (mismo cartel que el FIB por menos de la mitad) pero el transporte y la calidad del sonido son demasiado importantes como para pasárselos por el arco del triunfo con esa ligereza. El año que viene puede que me anime con el FIB. No sé, quizá lo natural sea que me timen en un supermercado de barrio de Benicassim y no en un bar de mala muerte de una aldea portuguesa.

    Besos

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  5. ¿Por qué no voy al FIB?

    miércoles, 29 de junio de 2011

    Confesar así, sin miramientos, que no voy a cumplir uno de mis propósitos para 2011 va a ser más fácil de lo que pensaba. Ir al Festival Internacional de Benicassim es un sueño para cualquier indie que se precie. Para quien no lo sepa, el FIB es un festival de música alternativa (esto es cada vez más discutible pues este año se ha colado hasta Julieta Venegas) que se celebra en julio en la costa de Castellón. La gente acude en masa para escuchar lo mejor del panorama musical internacional, emborracharse al sol o conseguir una pulserita de tela que no se quitarán de la muñeca, como mínimo, en los doce meses posteriores.

    [Las zapatillas son otra prenda que da fe de una experiencia festivalera. Vía la genial modernadepueblo.com]

    Al ser chica previsora, compré mi abono para el FIB allá por enero, cuando los precios eran asumibles con ayuda de los restos de los Reyes Mágicos y ni se conocían los artistas confirmados. Un mes después empecé a buscar alojamiento y me topé de bruces con la realidad. Quizá sois de los que piensan que la esencia de un festival se encuentra, precisamente, en el perroflautismo. Dormir en una cálida tienda de campaña, compartir alcohol y penas o hacer cola para mear en un baño de plástico portátil. Como a mí lo que me interesa es escuchar buena música, prefiero descansar en un colchón de verdad y no en una esterilla blandita del Decathlon.

    Enseguida me di cuenta de que la picaresca española, por no llamarlo morro, timo o estafa, se multiplica en estos casos por mil, pues las víctimas son guiris que van ya algo perjudicados en el avión que les lleva desde Manchester hasta el inexistente aeropuerto de Castellón. En Benicassim encontré dos tipos de alojamientos: por un lado, varios hoteles (todo reservado y poca oferta); por otro, los hostales y pensiones disfrazados de hoteles. En estos cuchitriles remodelados me pedían reservar una semana entera, es decir, pagar cuatro noches de más y no quejarme si una cucaracha gigante me atacaba en la ducha o incluir una pensión completa que, sin duda, no aprovecharía por estar dormida a la hora del desayuno y de concierto durante la cena.

    Cuando empezaba a plantearme la posibilidad de dormir bajo un puente, llegó el milagro en forma de festival portugués. El Super Bock Super Rock (SBSR) es la marca blanca del FIB; justo lo que yo necesitaba. FIB equivale, entonces, a supermercados de Opencor. Los precios estás inflados, es una apuesta segura pero pagas el nombre y eso no te garantiza que no puedas encontrar lo mismo en otro sitio sin tener que hipotecarte de por vida. Los cabezas de cartel del SBSR son los mismos, el abono vale la mitad y encontré fácilmente habitaciones en un hotel de cuatro **** a precio de hostal de Benicassim, con desayuno y en primera línea de playa. Y lo mejor es que en Sesimbra, donde se celebra el festival, solo hay dos hoteles "grandes", así que espero cruzarme por los pasillos con Alex Turner y pedirle que me firme un brazo.

    Por si aún os quedan horas de Spotify este mes, os dejo una lista con lo que sonará en el SBSR 2011 (+ Arcade Fire) y, si ya os habéis pasado a Musicuo, ¡que alguien invente ya una forma de importar listas!

    Besos

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  6. Leyendo, que es gerundio

    lunes, 25 de abril de 2011

    Existen ciertas profesiones que la gente sobrevalora por simple desconocimiento. Están envueltas en un halo de misticismo que consigue que deseemos trabajar en ellas más allá del sueldo o el reconocimiento social. Pienso en una de las más habituales:

    PROFESIÓN: tester de videojuegos.

    LO QUE CREEN QUE ES: un curro chulo; pasas el día probando videojuegos que te gustan; te quedas con varias copias que regalas a tus sobrinos y primos adolescentes; no es necesario estudiar nada. Cualquiera que tenga conocimientos de inglés e informática puede hacerlo (el equivalente a pensar que si sabes dos idiomas eres traductor).

    LO QUE SUELE SER: más de ocho horas diarias en las que alternas pantalla del ordenador con el juego de Barbie Princesas; una hoja de Excel con 65 pestañas de colores y la bandeja de entrada llena de encargos para ayer; gastar parte del sueldo en Visprín y Aquarius, para testear "Ponte cachas con la Wii en 10 minutos"; al terminar un proyecto, regalo de una camiseta negra de propaganda que resalta tu palidez vampírica (verano sin sol en una oficina interior); te conformas con aparecer en los créditos y gastarte tres billetes azules para comprar el juego en el que llevas tres meses trabajando.

    Quizá exagero. Puede que esto no ocurra en muchas empresas, pero mi experiencia personal me indica que la realidad se aleja, a veces, de nuestras expectativas. En mi caso, llevo un año de exploración por tareas no relacionadas con la traducción con el fin de acceder a otras que sí lo sean. A ratos, soy lectora editorial, es decir, hago una criba para saber si una novela merece optar a un premio o tiene posibilidades de publicación. El trabajo es sencillo aunque el objetivo que me marqué a largo plazo sigue sin materializarse (de momento). Abro manuscritos de entre 200 y 600 páginas y me sumerjo en historias de piratas filósofos, terroristas con corazón o coleccionistas de arte a lo Lara Croft.

    Decía T. Beecham, director de orquesta, que lo importante en la música es "(...) empezar juntos y acabar juntos. Al público le importa un pimiento lo que pase entre medias". Esto tiene cierto sentido si se traslada a la literatura, pues una novela que empieza con mal pie, difícilmente mejora:

    "Bajo la cama encontró una caja CONTENIENDO una llave oxidada".

    Gerundios, no gracias. Es lo que deberían enseñar en las escuelas de escritores si es que a serlo se puede aprender, cosa que dudo. En cualquier caso, después de leer tochos en los que los escribientes pretender ser primos carnales de Dan Brown o sacarte Manolitos Potter de la manga, llega la hora de la verdad. Redacto un informe objetivo con los principales fallos y aciertos e incluyo dos puntuaciones: una literaria y otra comercial. A mí me pagan por leer pero, ¿quién pagaría por un libro aburrido y previsible que bien podría ser una adaptación de una teleserie de tarde de Antena 3? ¿Se puede ser tan cutre como para matar un personaje y resucitarlo en el último capítulo? ¿Es tan caro contratar a un revisor que nos corrija la acentuación, unifique nombres o, simplemente, sea sincero y nos diga a la cara que nuestra novela apesta?

    Por eso, compañeros de profesión, blogueros que tanto y tan bien escribís, lectores empedernidos y novelistas vergonzosos... Hacedme un regalo en esta semana literaria. Sacad esas obras escondidas del cajón o de esa carpeta intocable del ordenador y presentadlas a concursos, editoriales o premios de poesía. Si caen en mis manos, os agradeceré unas horas de lectura y me olvidaré por un tiempo del miedo a que un personaje zombi resucite y me mate en el último capítulo.

    Besos

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  7. Currículum mutante: el caso Bang

    martes, 22 de febrero de 2011

    El siguiente post es el resultado de una conversación previa a los Goya en la que Beta me recomendó NO ver la nueva "Amar en tiempos revueltos", ganadora absoluta este año, y yo le hablé de mi descubrimiento del mes. Son dos estilos para una misma realidad (aquí el suyo). El mundo del cine necesita retocadores de CV. Me ofrezco voluntaria:

    Una chica rubia observa con cara de desilusión cómo Marina Comas recoge el Goya a la actriz revelación. "Ese cabezón era mío", piensa con rabia. No te preocupes, con el cuerpo que gastas y el novio que tienes no te hará falta meterte en el barro para luchar en el mercado laboral español (aunque él y más de uno estarían encantados). Al menos eso espero, porque con tu currículum será difícil encontrar trabajo. No pretendo aquí repasarlo entero, pero aprovecho para contarte lo que no me ha gustado.

    - Sin ver una foto, Carolina Bang sorprende porque estudió arquitectura técnica. El CV se puede descargar en formato .doc desde su web. Un .pdf no editable sería más profesional, pero tampoco quiero ser una puntillosa de mierda con detalles como este o su total desconocimiento de la ortotipografía española. Es actriz, no filóloga ni traductora. Se lo perdono.

    - La nota de la Selectividad sobra con una excepción. Si eres la persona que ha sacado la más alta de España. En ese caso, Antena 3 te dedicará parte del telediario para que tus futuros compis de carrera sepan que eres un friki tan asquerosamente listo que no estudia y compagina el instituto con clases de ajedrez, japonés, viola y pintura.

    - Esa chulada de apellido que tienes viene de tu familia materna, alemana y noruega... ¿Y tu nivel de alemán es de iniciación? ¿No te hablabas con tu abuela o qué? La parte de los idiomas suele ser donde la gente muestra una percepción más personal de la realidad. Si tú sabes algo de alemán y de chino y tienes, además, nivel 7 de inglés (¿7 de 10, de 20…?), te puedo demostrar que la mayoría de los españoles sabemos lo mismo que tú pero de italiano (“Quando arrivo à casa, ecco…”) o japonés (“Sayonara, baby”).

    - El carné de conducir no es un idioma ni merece la pena incluirlo como curso adicional. A nadie le importa que lo tengas. Si vas a rodar lejos de casa ya se encargarán de buscarte un taxi, un chófer o un segway.

    - El hecho de que hayas trabajado en un corto en el que sale alguien apellidado Bardem no te va a abrir las puertas de Hollywood. Para más información sobre cómo conseguir papeles allí, ponte en contacto con Elsa Pataki o esposo.

    - El videocurrículum puede ser muy arriesgado si no tienes presencia ante una cámara (ya lo contaba ayer Lorenaeffe). Tú eso lo tienes ganado. Más imágenes y menos letras y ropa. Saldrás ganando.

    Y, aunque no le importe a nadie, termino diciendo que a mí tampoco me cae mal Carolina Bang. Solo espero que cuente conmigo cuando le apetezca dejar su currículum en mi taller de chapa y pintura.

    Besos

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