Dicen que las crisis son momentos de gran creatividad para los artistas. Seguramente también sirvan para que los espabilados salgan de caza. En mi caso, sufro (ya no en silencio) la crisis en el ámbito de las traducciones juradas. En mis dos primeros años como traductora llegaron a suponer casi un 15% de mi facturación. También es cierto que trabajaba demasiadas horas para conseguir un sueldo inferior al de todas las cajeras de España, ya sean de Eroski, Mercadona o el Corte Inglés. Desde finales de otoño de 2009 he recibido una docena peticiones para realizar presupuestos. Sólo uno de los clientes me ha encargado a mí finalmente el trabajo en unas condiciones de tarifa a mitad de precio por motivos que no vienen al caso (lo que se hace a veces con amigos o gente que no puede pagarte). Si consideramos que antes de esa fecha, es decir, desde 2006, sólo habían rechazado dos veces mis presupuestos, empiezo a plantearme que algo pasa.
¿Qué hago ahora que no hiciera antes o viceversa? Pues sigo ofreciendo precios competitivos (sin pisar la dignidad profesional), presento un presupuesto con rapidez, entrego en plazos lógicos con puntualidad e imprimo mis trabajos en un bonito papel verjurado de Galgo con marca de agua perruna.
El caso es que el número de intérpretes jurados en la provincia donde estoy registrada se ha duplicado últimamente. Pero eso no es excusa porque si los precios son los mismos, habrá otro aspecto que haga que pasen de mi culo. Al tercer rechazo me cuenta un posible cliente que hay paisanos que fijan precios bastante más asequibles. Y ahí sí que me enfado. Porque si alguien ofrece un servicio mejor al mismo precio que yo, aceptaría sin pensar. Pero si pierdo mis vacaciones porque hay dos listos reventando el mercado perdemos todos. Yo, porque en vez de irme fuera tendré que optar por un hostal cutre en la playa donde sólo me sentiré en el extranjero por los guiris borrachos que me rodeen. Mi competencia, porque el día que intenten subir sus tarifas, los clientes volverán a mí pidiendo pan duro... De momento, no sé qué hacer. Dudo entre empezar a envíar cabezas de caballo, echar currículum en algún ayuntamiento costero donde poder especular o cambiar de profesión. Como siempre, se aceptan ideas.
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si te decides por lo del cambio de profesión aprovecha esta semana, que hay muchas ^_^
aunque yo me decantaría por lo de las cabezas, con algo que haga pum dentro...
mmm creo que han abierto un proceso de selección de especuladores en Baleares, los que había han promocionado de categoria. Y no piden ni idiomas!
Ya se sabe que en tiempos de crisis los listillos se forran. Un poco de paciencia y a resistir, que ya se te ocurrirá algo. En último caso, para lo de las vacaciones, yo te puedo dejar una casa rústica del siglo XVIII que está en un pueblo perdido :) No tiene playa, pero siempre puedes recurrir a la manguera para darte un baño.
Me gusta este look. Aunque tampoco me disgustaba el que tenías antes... y ahora está un poco más difícil comentarte. Tendríamos que mirarlo, ¿no crees?
un, dos, tres, probando! ;p
operación bikini del blog?